3P Y LA IGLESIA
Don Puglisi ha vivido intensamente incorporado en «su» Iglesia, ha compartido alegrías y tensiones, ha sabido anticipar los arranques como un pionero, un pez piloto.
Impaciente frente a la esclerosis de la jerarquía, siempre ha rechazado la lógica de la «carrera» en los encargos diocesanos. Cuando alguien lo llamaba «monseñor» le contestaba: <¡monseñor se lo dices a tu padre!>.
Hijo de un zapatero y de una modista, ordenado en julio de 1960 llegó en Brancaccio en octubre de los años ’90, a los hombros llevava treinta años de sacerdocio y una serie de experiencias 3
En los años Sesenta y Setenta, durante las contestaciones, Padre Pino habló con los jóvenes que se mostraron comunistas sentados a la mesa de una taberna cuando en Italia eran calientes las contraposiciones entre derecha e izquierda.
Impartió catequesis pero también educación sexual a chicos y chicas junto cuando incluso la acción católica prohibía ciertos «contactos».
Fue parroco en muchas periferias de la ciudad pero siempre llevó su Iglesia por las calles Y empezó a interrogarse sobre el sentido de la vida del hombre cuando el Concilio Vaticano II y sus reflexiones existenciales estaban todavia lejanas.
Además anticipó la revolución del ecumenismo dialogando con los protestantes en Godrano, una zona de Palermo en la que fue parroco en los años Setenta.
Por toda la vida dedicó su atención a la evangelización, a los pobres, a los humildes, a las personas sin voz y quizás sin esperanza, siempre con serenidad y paciencia.
Se hizo ojo para el ciego, pie para el cojo, se hizo «todo para todos», citando una de las reflexiones de la Carta a los Corintios que él quiso mucho.
La alegría y el gozo de don Pino fueron contagiosos como su sentido de la comunidad católica.
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